El hombre que nunca leyó Moby Dick (II y final)
La cinta quedó en el aparato. Isidro se dio cuenta en la cochera, al hacer la limpieza. Estuvo a punto de dejarla en la oficina pero se la llevó a casa. No la vio hasta el domingo por la tarde, sólo a medias, pero quedó cautivado por el argumento. Y la dejó en el salón, para verla el siguiente fin de semana. Decidió quedársela, único pecado venial en veinte años de trabajo. Se la puso el sábado desde el principio y se emocionó cuando acabó. Fue al baño para que ni Carmen ni los chicos le vieran llorar. Recordó a la chica rubita y pecosa, pegada en su asiento, ajena a la algarabía de sus compañeras.
- ¿Alguien ha sacado esta película del videoclub?
- No, no. Es mía. Menos mal que no la has llevado.
- ¿Y de qué va?
- Es la historia de una ballena. De una ballena blanca.
- ¿Es buena?
- Psché...
Desde entonces, si volvía solo de viaje, colocaba la película en el vídeo, para escuchar los diálogos. Dejó de oír la radio y acabó por aprenderse de memoria muchos fragmentos. Cuando tenía que esperar en el punto de destino, se colocaba la cinta y la veía, una y otra vez. A él también le habría gustado ser marino, esa clase de marino raso que contaba la historia. Se aficionó a pasear a la orilla del mar, en los viajes a ciudades costeras, y a visitar algunas tabernas del puerto. Un día se enteró por una pasajera que esa historia era parte de otra más rica.
- ¿Un libro? ¿Así que esta película está contada en un libro?
- Así es. Su autor es Herman Melville...
- ¿Y cree usted que puedo encontrarlo fácil?
- En cualquier librería un poco grande.
- Muchas gracias. ¿Me puede apuntar el nombre del autor?
Compró el libro una semana más tarde. Salió de la tienda excitado soñando con leerlo, pero el sábado llegó la decepción. Sintió que la historia era más densa que la película. Nunca había leido un libro y contenía palabras que no entendía. Desde la primera: Albores. Además, era fatigoso seguir la escritura menuda, las descripciones. Por eso, lloró, pero esa vez de rabia. En el baño, para que ni Carmen ni los chicos le vieran. El domingo preguntó en la mesa.
- Manu, ¿tú has leido Moby Dick?
- No. ¿Es de una ballena, no?
- Sí, de una ballena blanca. Y tú, Angela, ¿la has leido?
- No, viejo, tampoco. Tengo mucho que estudiar y no me queda tiempo. ¿Por qué?
- No, por nada. Era sólo una pregunta.
A Isidro le gusta sentirse en su autocar como un capitán de barco, navegando procelosos mares de alquitrán. Si va solo, recoge autoestopistas, sobre todo chicas, que le recuerdan la niña rubita que miraba embelesada la pantalla. Lástima que Carmen no pueda hacer lo que le hacen esas chicas, a veces también chicos. Está mayor para aprender, y mira que la quiere, pese a todo. A Ángela, claro, le daría vergüenza pedírselo, tan ocupada como está con sus cosas. Alguna vez lo ha pensado en casa, cuando estaban a solas, pero no se ha atrevido.
- Ángela...
- ¿Sí?
- Esto... Nada. En realidad, estaba pensando en otra cosa.
- Te estás haciendo viejo, papi.
- Ya, ya lo sé, hija.
Durante semanas, libro y cinta viajaron en el armario del salpicadero. Cuando había oportunidad, Isidro escuchaba la película, ahora frustrado por saber que había una historia más completa y redonda, que él no podía comprender del todo. A veces, cuando esperaba a los turistas, tomaba el libro, lo comenzaba por sitios diferentes y se dolía por no comprender sin dificultad esa lectura engorrosa. En una ocasión que dejó el libro a la vista, una guía con acento inglés le preguntó:
- Ah, está leyendo Moby Dick.
- Sí, señora. Una buena novela.
- Ya lo creo. Hay una versión de cine que no está nada mal.
- Bah. Es mucho mejor el libro. Tiene más detalle.
- Suele ocurrir.
Hay ocasiones en que la vida ofrece posibilidades luminosas. Deben darse muchas circunstancias juntas. Por ejemplo, que el libro estuviera fuera del armarito. Que la guía no acompañase ese momento a los turistas, mientras éstos almorzaban. Que Isidro estuviera al lado del mar y se sintiera en ese momento tan temerario como Gregory Peck. Que lloviera y que el autocar fuera un lugar confortable. Él se atrevió:
- ¿A usted le importaría leerme en voz alta el primer capítulo?
- ¿Yo?
- Sí, por favor tiene una voz bonita.
- Bueno... No sé si le gustará. Tengo un acento horrible.
- Creo que es adecuado para los personajes, ¿no?
- Está bien: “Llamadme Ismael. Hace algunos años, encontrándome con muy poco a ningún dinero en el bolsillo y sin nada de particular en tierra que tuviera interés para mí, se me ocurrió ponerme a navegar...”
Leído ese primer comentario, Isidro entendió el alma de Ismael, mientras fregaba el barco, trepaba los aparejos o contemplaba la fiera lucha del capitán Ajab. Bajó con lágrimas en los ojos y fue al restaurante en que comían sus pasajeros. Entró en el servicio y se cerró con el pestillo. Lloró al evocar una frase: “¿Quién no es esclavo?”. Desde entonces, se emocionaba al descubrir hábitos perdidos en la noche del tiempo, que traían rutinas de cuando era niño. Hábitos a que hacía referencia en casa o ante sus colegas.
- Antes de bombillas se utilizaban candiles de grasa de ballena.
- El siglo pasado sí que los viajes eran largos. Uno salía en barco y podía estar tres años fuera de casa.
- ¿Os imagináis, si esto es un hueso de pollo, cómo debe ser un hueso de ballena?
- Jo, papi, qué pesadito te pones a veces.
- Ah, perdona, hija.
- Pero eres un cielo...
Los compañeros de Isidro le han advertido que resulta peligroso recoger autoestopistas. Su mujer piensa que no tiene edad para hacer servicios nocturnos. El encargado no entiende cómo le gusta el servicio de paquetería. Pero a él le gusta volver solo y, en ocasiones, recoger a personas, sobre todo a chicas que hacen autoestop. Alimenta con ellas sus perversiones secretas.
- ¿Me lleva?
- Claro, suba. Buenas noches.
- Uf, menos mal. Se está haciendo de noche.
- Pase al segundo asiento y eche la cortina. Así no la verán. Tardaremos tres horas en llegar.
En la penumbra, procura dar conversación durante los primeros minutos. Sabe así si el timbre de la voz es agradable y si la chica ha estudiado o no, si está muy cansada y si tiene necesidad de dormir. Si está cansada, coloca la cinta y reduce el brillo del televisor, dejando una voz tenue, como si fuera la radio. Si no es así, se atreve a hacer una petición insólita:
- Por favor, ¿puede usted leerme un rato?
- ¿Cómo dice?
- Delante de usted, en el bolsillo del asiento, hay un libro. ¿Puede abrirlo por la marca y leerme algunas páginas?
- Eh...Sí, ¿por qué no?
- Puede encender la luz que hay encima. Muchas gracias.
Algunas chicas piensan que el libro contiene algo distinto de lo que indica la tapa. Se asustan y dicen estar muy cansadas. Isidro en estos casos no suele insistir, aunque le molesta que sus pasajeras piensen lo que no es. Pero la mayoría lo abre, busca la marca, comienza a leer y disfruta con él dos, cuatro u ocho páginas.
Dependiendo de la duración del viaje.
Ricardo Gómez
***************************************************************************
Este relato del profesor madrileño Ricardo Gómez, resultó galardonado con el primer premio de la cuadrágesima sexta edición del concurso de cuentos Gabriel Miró, organizado por la Caja de Ahorros del Mediterráneo.
Lo publicaron en Ababol, el suplemento de cultura del diario La Verdad, el viernes 15 de junio de 2001. Tengo una fotocopia ampliada de este cuento. Un día A. la trajo a casa del instituto, entusiasmado y me la hizo leer. La conservo desde entonces. Como muchas otras cosas.
Pero bah, tú que sabrás...
8 comentarios
Nuala -
Indeedy! Crazy Cow, that\'s me.
Eh ¡¡¡no te llamaba Triki! ¡¡¡Te cantaba la canción de Triki!!! Sesame Streeeeeet!!! Y todo porque te daba la dirección de un programita que se llama Cookie Monster que sirve para gestionar las cookies. Aunque no tengo ni flowers de cómo va.
PD: Algo tan incómodo sólo podía ser UN tanga. U\'re right, she is not.
maRia -
C is for Carmen, that\'s good enough for me.
(Even if you ARE calling me a MONSTER! HUH!)
P.D. Me suena de un RARO decir LAS cookies. Me pasa muchas veces que pongo artículo masculino. Serán mis hormonas.Pero sí se dice UN tanga, a ver. Que el otro día me decían UNA, y no, que no.
Ike Janacek -
Esperaba el giro final, o más bien lo deseaba.
Muchas casualidades últimamente y este cuento es una de ellas, de las más gratas y oportunas.
Gracias por compartirlo.
Nuala -
C is for cookie, that\'s good enough for me, yeah!
C is for cookie, that\'s good enough for me
C is for cookie, that\'s good enough for me
Oh, cookie, cookie, cookie starts with C, yeah!
Cookie, cookie, cookie starts with C, oh boy!
Cookie, cookie, cookie starts with C!
(Cookie Monster eats the cookie)
Umm-umm-umm-umm-umm
XD
Here you are. Dunno if it works, but it\'s the cookie monster himself: http://www.ampsoft.net/utilities/CookieMonster.php
maRia -
Y en cuanto a lo de \"is back\"...bueno, cuando aclara el problema que tengo con los cookies informáticos, (los otros no son un problema, son un vicio, sobre todo los de chocolate, ejem),pues podría decirlo.
Pero gracias anyway,nena.
Nuala -
He tenido que copiarla a mano (intenté escanearla, pero no hubo manera) por eso sólo pude poner una primera parte. De todas formas no es casual la división. Obedece a lo que yo también pensé al leer la historia.
Más que manipular, yo diría que nos da enseña que a veces juzgamos muy alegremente, y por lo tanto podemos equivocarnos completamente. Que no todos los secretos son oscuros e ignominiosos. Y que hay parcelas de nosotros que desconocen incluso aquellos que más nos quieren. No porque tengan nada de malo, simplemente porque no quieren/ saben/ pueden compartirlas contigo, pero un desconocido sí. Nuestras necesidades a veces van mucho más allá de las fisiológicas o materiales.
La verificación es otro invento de Blogia que se activó él solito (he mirado pero creo que no se puede desactivar). Paciencia...
Y bienvenida. Para quienes aún no lo sepan, María Bumblecat is back, ñores y ñoras. Spring cleaning en su blog: http://bumblecat.blogspot.com/. :)
maRia -
Menos mal que pregunta por las patas del perro, y no las del gato.
maRia -
Y por cierto, enhorabuena a ti porque aunque haya sido por falta de espacio, o whatever, lo has cortado bien.
Pero claro, eres filóloga.
:)
Great stuff. Thanks.